El mes con que empieza el año fue bautizado por los romanos con el nombre de ianuarius, del que proviene enero, en homenaje al dios Ianus (Jano), representado siempre y en toda circunstancia con dos caras, una mirando hacia atrás y otra cara adelante y en ocasiones con una llave o llaves, hasta 365, en la mano. Su bifrontalidad implica, claro, el pasado y el futuro y las llaves aluden a que su misión consiste en abrir y cerrar las puertas. Así las puertas de diciembre se cierran el 31 a la vez que se abren las del 1 de enero. Unas datas en que miramos hacia delante sin dejar de echar la vista atrás, en tanto que al terminar el año hacemos cómputo del pasado y tratamos de enfrentar el futuro con esperanza, como hacían los viejos romanos.
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