Algo se mueve en los cimientos del sólido estado del bienestar sueco. La fuerza que lo impulsa, hasta hacer zarandear a una de las economías más dinámicas y, a la vez, con uno de los mayores estándares de protección social del planeta, procede del ámbito financiero: la doble palanca que se ha instalado en las potencias industrializadas de subida de los costes y de los tipos de interés.
La gaceta Newsweek que edita Bloomberg advierte que este deterioro coyuntural ha provocado la parada del elevador social sueco, uno de los mejor aceitados del planeta en su cometido de impulsar a sus ciudadanos con menores ingresos per cápita hacia las rentas medias. Lo visualiza en la brecha de desigualdad que se dibuja en el Puente Rinkeby-Ursvik que aparta a uno de los barrios más desfavorecidos de Estocolmo -donde conviven familias que hablan hasta 19 idiomas diferentes, habitan en bloques de viviendas y proceden de un centenar de países- de uno de los complejos de urbanizaciones con mayor riqueza de la capital sueca.
La infraestructura, terminada en dos mil diecisiete, mas sin inaugurar pese a que el corte de cinta…