Más bajo los focos que jamás, Mbappé ha pasado en Qatar a dosificar sus batidas de caza, sus raciones de exuberancia. Si algo se daba como descontado en la semifinal contra Marruecos, era el enfrentamiento entre el francés y Achraf Hakimi, compañeros en el PSG, mejores amigos en la ciudad de París, dos balas. Antes de salir a la hierba, en el túnel se saludaron como en la esquina del barrio, con juegos de manos y un abrazo sincero, mientras Griezmann paseaba al fondo en círculos como en la sala de espera de un quirófano. Mbappé y Achraf sabían que eran lo que todo el planeta esperaba. Desde hace mucho.
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