La Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), fundada en mil novecientos setenta y cuatro, fue en su momento un reconocido lugar de encuentro para el discute entre los distintos segmentos de la derecha estadounidense, pero hace ya siete años que se ha convertido en un rito de adoración a Donald Trump. El expresidente, endiosado por los creyentes de una religión llamada MAGA (‘Make America Great Again’), ha podido revisar en esta edición que pierde fieles, tras tres decepcionantes resultados electorales, que han desatado las voces críticas en su partido y han propiciado la busca de alternativas. El magnate ha firmado un aciago y repetitivo discurso de clausura de más de cien minutos ante un auditorio a medio ocupar, en el que, nuevamente, ha tratado de recobrar sin éxito el alegato combativo y déspota que lo aupó a la Casa Blanca en 2016.Nada semeja señalar que vaya a tener la misma suerte en las presidenciales del próximo año. En verdad, las encuestas ni siquiera le aseguran la victoria en las primarias republicanas. Sin embargo, en su cuarta aparición pública desde el momento en que anunció la candidatura, ha repetido los mismos llamados a la acción que en los precedentes discursos, en un tono que cada vez resulta menos convincente: “Vamos a completar la misión que comenzamos hasta la victoria final. Haremos que U.S.A. sea grande de nuevo”.En un escenario cómodo -aclamado por los cientos y cientos de fanáticos que han pagado las muy, muy caras entradas (desde doscientos noventa y cinco dólares estadounidenses) al evento de cuatro días organizado en Maryland, y frente a la ausencia de sus primordiales competidores políticos, como el gobernante de Florida, Ron DeSantis-, Trump ha insistido en su teoría inmotivada del fraude electoral y ha reiterado los marcos discursivos que lo llevaron a la presidencia y le hicieron perder su trono cuatro años más tarde:…