Pekín, en medio de su mayor ola de contagios desde el estallido de la pandemia de covid-19, está viviendo dos realidades paralelas. Por un lado, la situación en los hospitales es grave, tal y como se temía, y es la razón por la que las autoridades aseguran que extendieron la férrea aplicación de la política de covid cero tanto como pudieron. Pero, por otro, desde el fin de semana, la capital china está dejando estampas de centros comerciales y restaurantes abarrotados de familias que ya han pasado la enfermedad y que, una vez recuperadas, se lanzan a las calles a ver las luces navideñas, a comprar regalos o a disfrutar de pasatiempos como patinar sobre hielo. Esta dicotomía que se aprecia en la urbe capitalina no está muy distante de lo que ocurre en las principales ciudades del país. La mayor preocupación del Gobierno, sin embargo, se centra en las zonas rurales, que ya se están preparando ante un inminente zarpazo de infecciones con motivo de los masivos desplazamientos por las vacaciones del Año Nuevo lunar.
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