Rodeado de enormes montañas nevadas, icebergs y glaciares, el barco avanza lentamente rompiendo y apartando los pedazos de hielo que lo rodean. Ciertos crujidos de los pedazos de hielo rasgados por el casco rompen el silencio helado del mediodía. También lo rompe la voz de un tripulante que ofrece una taza de chocolate o un vino caliente al pasajero que observa todo eso desde una plataforma en la proa. Con el fragancia del cacao en la nariz, el dulce sabor en la boca y el calor del chocolate bajando por la garganta todo aun es más bonito, si cabe, mientras el Silver Endeavour recorre los paisajes de la península antártica. El barco navega lejos de todo, incluso del sur del sur de Chile, Puerto Williams, que es donde empieza esta historia.
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