España nunca había logrado emplear a tantos trabajadores como ahora, 21,3 millones según la última Encuesta de Población Activa (EPA). Este hito tan positivo, que ayuda a fomentar el consumo, a dotar de fondos a los servicios públicos o a rebajar la presión en prestaciones sociales, es cada vez menos atribuible a la fuerza laboral nacida en España. Nunca antes había sido tan alta la proporción de trabajadores extranjeros (14,1%, tres millones) o con doble nacionalidad (4,7%, un millón). Hace un año sumaban el 17,1%; hace diez el 12,8% y hace dos décadas, el 8,6%. Son los empleados que impulsan la ocupación a niveles desconocidos. La principal razón de este fenómeno, explican las expertas consultadas por EL PAÍS, es que la economía española necesita mano de obra y la estructura poblacional de los nacionales no satisface esas necesidades. Lo que la bajísima natalidad y el intenso envejecimiento restan lo compensan los flujos migratorios. Sin ellos el sistema productivo griparía.
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