Anoche me encontré un turista triste. Se había perdido y lloraba desconsoladamente. Estaba sentado en la acera de una calle sin ningún atractivo turístico, por lo que al principio dudé de si era un Turista o solo un Borracho Extranjero. Como ustedes sabrán, ambas especies –el Turista y el Beodo No Aborigen– se parecen mucho entre sí como guepardo y leopardo, referéndum y consulta. Al comprobar que hablaba como un niño turista de dos años, vestía como uno de seis y gesticulaba como un jubilado de ochenta, turista también, decidí que se trataba de un Turista. Triste, pero Turista. No sabía cómo acercarme a él.
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