La derecha de España se ha transformado en dos mil veintidos, si bien al estilo gatopardista: cambiando todo a fin de que nada cambie. La metamorfosis más importante ocurrió en el PP, que defenestró a su joven líder criado políticamente en las Nuevas Generaciones de la villa de Madrid —Pablo Casado—y lo sustituyó por un político sénior de la periferia —Alberto Núñez Feijóo—. No obstante, el nuevo presidente popular, que prometió a su llegada lograr pactos de Estado y que tiene las encuestas de cara, termina el año como su predecesor, sin haber subscrito con el Gobierno ni un mínimo acuerdo. Sus rivales en el espacio de la derecha también han afrontado un año de turbulencias internas. Vox atravesó un periodo aciago por su primera escisión, la de Macarena Olona; Ciudadanos sufre en una lucha de poder por los restos del naufragio que libran Inés Arrimadas y Edmundo Bal. En conjunto, el bloque conservador, que prosigue reconfigurándose, comparte un electorado muy movilizado y una estrategia de bloqueo a todo acuerdo con el Gobierno de Pedro Sánchez muy similar a la de los años precedentes.
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