La mejor prueba de que las sanciones occidentales sobre Rusia están funcionando es de qué manera el Kremlin se ve obligado a aguzar su ingenio para tratar de evitarlas. En los últimos meses, a medida que los vetos a la compraventa de productos rusos se multiplicaban, las autoridades (y los ciudadanos) del país euroasiático se han visto obligados a explorar todas y cada una de las vías posibles para vender los productos vetados, hacerse con productos importados o transferir o percibir dinero cara o desde el exterior.
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