Las asambleas de la semana pasada de la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo trajeron dudas y escepticismo en forma de volatilidad y encarecimiento de los bonos. Ha sido un año duro para los bancos centrales, a los que la inflación persistente les pilló con el paso cambiado. A los que no se ha conseguido totalmente descifrar. La inflación era una asignatura casi olvidada. Habíamos apartado el manual para hacer frente a ella hace décadas. Este año que acaba, los inversores —en sentido amplio— han debido apresurar el aprendizaje para acometer los cambios precisos en sus carteras en un entorno inestable de desarrollo de costes, subidas de géneros de interés y retirada de liquidez. Los acelerones y siguiente moderación en los aumentos del costo del dinero, con tanta incertidumbre global, no asisten a diseñar una hoja de ruta financiera.
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